Las horas volaron sin darnos cuenta. Después de comer en el bar de Lastur, sin perder tiempo, nos presentamos en la casa rural para iniciar el taller de tintado de la lana, con productos naturales, autóctonos. La primera dificultad para mí fue, entender el lenguaje del mundillo de la lana: mordiente, niddy-noddy y un montón de palabras que jamás había oído. Después llegó la sorpresa, estamos rodeados en la naturaleza de materiales útiles que desechamos. Y con el descubrimiento de todo el proceso, llegó la emoción.
El inicio, el vellón,
su cardado,
hilado y conversión en madejas.
Rodeadas de cazuelas humeantes, como en un ritual de brujería, preparamos los brebajes para tintar las lanas: cáscara de nuez, hojas de helecho, artemisa, rubia tintórea, cáscara de cebolla...
El resultado de la magia, después del akelarre-remojo
Acabó el taller y nos alejamos con la ilusión de múltiples proyectos.